lunes, abril 21, 2008

CRUCE DE CAMINOS

Los caminos de Pau Gasol y Kevin Garnett se cruzaron por primera vez (y hablo en sentido literal) el dos de noviembre de 2001. Era el segundo partido de Gasol en la mejor liga del mundo y el de Sant Boi aun no se había sacudido los nervios de su discreto debut el día anterior contra Detroit. Se enfrentaba a los Timberwolves de Kevin Garnett, uno de sus ídolos. Durante el transcurso del partido, tras una jugada que acabó en mate de Garnett, los hombros de ambos chocaron en el momento en que "la sombra" se daba la vuelta para recuperar su posición defensiva y Gasol avanzaba hacia la linea de fondo tras recoger el balón bajo la red con intención de volver a ponerlo en juego. Garnett interpretó el hecho de que Pau no se apartara como una afrenta del rookie. Aquel recién llegado merecía una lección y Garnett se burló de él despiadadamente, golpeándose el pecho y aplaudiendo con sorna a Gasol en su misma cara, lo que le valió una técnica que seguramente dio por bien empleada pues en el fondo había logrado su propósito: demostrar a aquel advenedizo lo que es el respeto. Aquella jugada no sólo hizo descender de golpe a Garnett del pedestal que el mismo Gasol le había esculpido. También hizo madurar súbitamente a Pau, le hizo atisbar el camino que hay que recorrer para hacerse un hueco en la liga más dura del mundo y alimentó su rabia durante varios meses. Con esa misma rabia machacó el aro de manera brutal en la cara de Garnett y dos defensores más en el Fedex Forum durante el siguiente enfrentamiento entre ambos, en una de las jugadas que más hemos visto repetidas los aficionados al basket en España en los últimos años.

Aquel día Gasol empezó a ganarse el respeto de Garnett. Respeto que seguramente ha ido creciendo con cada uno de los hitos que han marcado la carrera en la NBA del mejor jugador español de todos los tiempos: su designación como rookie del año, sus excelentes números temporada tras temporada, su contribución a la mejora de su equipo incluyendo la clasificación para disputar los playoffs durante tres temporadas consecutivas, su elección para el partido de las estrellas...

Hace tiempo que Gasol demostró que tiene un sitio en la élite de la liga. Y hace tiempo que cuenta con el respeto de la inmensa mayoría de jugadores, entrenadores, aficionados, medios de comunicación y árbitros. Se lo ha ganado a pulso. Con su esfuerzo y su rendimiento. También es respetado por Garnett con quien ha compartido vestuario en el All Star Game. La manera en que se saludan antes de los partidos lo evidencia con claridad.

Esta campaña los caminos de Garnett y Gasol parecen destinados a volver a cruzarse. Agotados los proyectos deportivos de Wolves y Grizzlies, los equipos con los que debutaron en la NBA, ambos han encontrado por fin el lugar que su calidad merece. Garnett protagonizó este verano uno de los traspasos más importantes de los últimos tiempos y fue a parar a unos Boston Celtics renovados que más de veinte años después apuntan de nuevo al anillo. Gasol revolucionó el mercado en febrero con su traspaso a los Lakers a cambio de prácticamente nada y desató una carrera armamentística en el oeste que va a brindarnos la posibilidad de contemplar los mejores playoffs en esa conferencia desde hace décadas. El efecto de ambos en sus nuevos equipos ha sido devastador para los rivales. Los Celtics han ganado 42 partidos más que la temporada pasada. Los Lakers tienen un record de 22-5 en los partidos que ha jugado Gasol, lo que les ha ayudado de manera decisiva a lograr la primera plaza de la conferencia oeste por primera vez en años. Hoy están más cerca que nunca de reeditarse los míticos duelos de los ochenta. Entonces Bird, McHale y Parish contra Magic, Jabbar y Worthy. Hoy Garnett, Allen y Pierce contra Bryant, Gasol y Odom. Todos los aficionados suspiran por ello. Y la propia NBA, necesitada de recuperar las paupérrimas audiencias de las últimas finales, también.

Gasol y Garnett están ahora donde les corresponde: donde todos los jugadores quieren estar; donde la piel se eriza al imaginar la victoria; donde la adrenalina nubla la vista; donde la gloria está a un paso; donde un segundo es eterno; donde la fe vale un anillo; donde lo imposible sucede.

Los caminos de Gasol y Garnett pueden volver a cruzarse. Pero esta vez, donde el camino termina.