Con mucha frecuencia, durante las negociaciones que los equipos y sus jugadores entablan para firmar o renovar contratos en deportes profesionales se comenta que tal o cual equipo o agente ha adoptado una estrategia derivada de la Teoría de Juegos. Dicha teoría fue desarrollada en 1944 por el matemático John Von Neuman y sus aplicaciones son múltiples, no sólo en el campo de las matemáticas sino también en el de la economía, la política, las relaciones diplomáticas y otras muchas disciplinas. Se utiliza por ejemplo para explicar aquellas situaciones en las que dos o más personas, empresas o incluso países, han de tomar decisiones en las que se ven afectadas mutuamente pues la estrategia de una de las partes se ve condicionada por la estrategia que adopte la otra. Podemos decir por tanto que la teoría de juegos es una parte esencial de la ciencia del comportamiento estratégico.
La aplicación más conocida de la Teoría de juegos y uno de los ejemplos clásicos para intentar entenderla es el famosísimo “dilema del prisionero” que consiste en lo siguiente:
Dos individuos, Pepe y Juan, han sido detenidos por la policía, que sospecha de su participación conjunta en el asalto a un banco. El fiscal tiene serias sospechas de que ambos participaron en el asalto pero no tiene forma de probarlo, siendo la única prueba posible el propio testimonio de los asaltantes. De no surgir una confesión de éstos (de cualquiera de los dos), ambos saldrán en libertad en un plazo de 1 año acusados de un delito menor: tenencia ilícita de armas. Los sospechosos son incomunicados y se les ofrece por separado un trato que premia la colaboración con la justicia (confesar que el compañero participó en el asalto sin inculparse a sí mismo). Si uno de los asaltantes colabora inculpando a su compañero, el delator saldrá en libertad mientras que su compañero será condenado a 6 años de cárcel, esto siempre y cuando el inculpado no colabore simultáneamente. En el caso que ambos individuos colaboren simultáneamente con la justicia acusando al otro, ambos serán condenados a 3 años de cárcel (hay pruebas que ambos son culpables, pero existe una rebaja en la pena porque han colaborado)
Resumiendo, tenemos cuatro posibles soluciones al dilema:
a) Si Pepe delata y Juan no delata, Pepe saldrá en libertad y Juan cumplirá 6 años de condena.
b) Si Juan delata y Pepe no delata, Juan saldrá en libertad y Pepe cumplirá 6 años de condena.
c) Si ambos se delatan mutuamente los dos cumplirán una condena de 3 años.
d) Si ambos permanecen callados en 1 año estarán en la calle.
La aplicación más conocida de la Teoría de juegos y uno de los ejemplos clásicos para intentar entenderla es el famosísimo “dilema del prisionero” que consiste en lo siguiente:
Dos individuos, Pepe y Juan, han sido detenidos por la policía, que sospecha de su participación conjunta en el asalto a un banco. El fiscal tiene serias sospechas de que ambos participaron en el asalto pero no tiene forma de probarlo, siendo la única prueba posible el propio testimonio de los asaltantes. De no surgir una confesión de éstos (de cualquiera de los dos), ambos saldrán en libertad en un plazo de 1 año acusados de un delito menor: tenencia ilícita de armas. Los sospechosos son incomunicados y se les ofrece por separado un trato que premia la colaboración con la justicia (confesar que el compañero participó en el asalto sin inculparse a sí mismo). Si uno de los asaltantes colabora inculpando a su compañero, el delator saldrá en libertad mientras que su compañero será condenado a 6 años de cárcel, esto siempre y cuando el inculpado no colabore simultáneamente. En el caso que ambos individuos colaboren simultáneamente con la justicia acusando al otro, ambos serán condenados a 3 años de cárcel (hay pruebas que ambos son culpables, pero existe una rebaja en la pena porque han colaborado)
Resumiendo, tenemos cuatro posibles soluciones al dilema:
a) Si Pepe delata y Juan no delata, Pepe saldrá en libertad y Juan cumplirá 6 años de condena.
b) Si Juan delata y Pepe no delata, Juan saldrá en libertad y Pepe cumplirá 6 años de condena.
c) Si ambos se delatan mutuamente los dos cumplirán una condena de 3 años.
d) Si ambos permanecen callados en 1 año estarán en la calle.
Lo curioso del dilema del prisionero es que la imposibilidad por parte de los dos individuos de poder comunicarse va a impedir que alcancen la solución más beneficiosa para ambos, que a todas luces es la d). Veamos por qué:
Lo lógico es pensar que la mejor estrategia para ambos es callar pues es la que supone una menor condena en conjunto. No obstante, si cada uno de ellos piensa que el otro callará, el egoísmo les empuja a confesar pues de ese modo se libran de la condena, aunque a su compañero le caigan 6 años. En la creencia de que el otro no hablará elegirán siempre delatarle, pues eso les puede dar la libertad y en el peor de los casos (que el otro confiese) le supondrá 3 años en la cárcel, la mitad de la condena que les acarrearía callar y que el otro les delate. Lo más probable por tanto es que sus decisiones les conduzcan a la solución c) en la que ambos cumplirán 3 años de condena.
Lo interesante es darse cuenta de que, si hubieran tenido la oportunidad de cooperar, sin duda habrían llegado a la conclusión de que la mejor estrategia para ambos era callarse y no delatar al compañero. Al no tener la posibilidad de dialogar tenderán a comportarse de manera absolutamente egoísta, pensando en su beneficio individual lo que llevará a ambos a cumplir una larga condena.
Traducido al mundo de las negociaciones el dilema del prisionero supone que una de las partes marcará una estrategia independientemente de lo que haga la otra y sin tener en cuenta que ambas, aunque las partes no quieran, siempre están interrelacionadas. El resultado final de la negociación probablemente desembocará en una situación en la que ambas partes estarán peor que si hubiesen cooperado para llegar a una solución que beneficie a ambos.
Lo lógico es pensar que la mejor estrategia para ambos es callar pues es la que supone una menor condena en conjunto. No obstante, si cada uno de ellos piensa que el otro callará, el egoísmo les empuja a confesar pues de ese modo se libran de la condena, aunque a su compañero le caigan 6 años. En la creencia de que el otro no hablará elegirán siempre delatarle, pues eso les puede dar la libertad y en el peor de los casos (que el otro confiese) le supondrá 3 años en la cárcel, la mitad de la condena que les acarrearía callar y que el otro les delate. Lo más probable por tanto es que sus decisiones les conduzcan a la solución c) en la que ambos cumplirán 3 años de condena.
Lo interesante es darse cuenta de que, si hubieran tenido la oportunidad de cooperar, sin duda habrían llegado a la conclusión de que la mejor estrategia para ambos era callarse y no delatar al compañero. Al no tener la posibilidad de dialogar tenderán a comportarse de manera absolutamente egoísta, pensando en su beneficio individual lo que llevará a ambos a cumplir una larga condena.
Traducido al mundo de las negociaciones el dilema del prisionero supone que una de las partes marcará una estrategia independientemente de lo que haga la otra y sin tener en cuenta que ambas, aunque las partes no quieran, siempre están interrelacionadas. El resultado final de la negociación probablemente desembocará en una situación en la que ambas partes estarán peor que si hubiesen cooperado para llegar a una solución que beneficie a ambos.
Lo que acabo de comentar tiene mucho que ver con las estrategias de negociación que utilizan algunos agentes de jugadores de la NBA, en especial mi amigo Dan Fegan, un apasionado de la Teoría de Juegos a la luz de sus últimas actuaciones. En efecto, cuando Fegan prohibió a Varejao hablar con los Cavs si no era a través de él y se empeñó en rechazar, una tras otra, todas las ofertas que el equipo de Ohio formuló por el pivot brasileño estaba alejando toda posibilidad de llegar a un acuerdo, en la creencia de que el equipo terminaría cediendo, acuciado por la plaga de lesiones que asolaban al equipo. La postura de los Cavs, gritando a quien quisiera oírles que igualarían cualquier oferta que otro equipo hiciera por Varejao contribuyó a dilatar una situación que al final, como en el dilema del prisionero, siempre conduce a un resultado peor para las partes. Varejao, para tener la opción de finalizar su contrato unilateralmente al final del segundo año, ha renunciado a mucho dinero que los Cavs le hubieran pagado gustosos, por no hablar del crédito y el cariño perdido por parte de los aficionados y que ahora se está esforzando en recuperar. Por su parte, el equipo de Cleveland ha tardado una eternidad en incorporar a un jugador que en cualquier caso iba estar bajo su nómina (lo que ha complicado mucho el arranque de la campaña) para, al final, perder la posibilidad de retener a Varejao cuando finalice la próxima temporada. La tentación de obtener la máxima ventaja individual y sus consiguientes estrategias agresivas (la estrategia de Fegan, en el caso Varejao) junto con el temor de la otra parte a ser explotado si se actúa cooperativamente (el penoso recuerdo del caso de Boozer) , entran en pugna con la necesidad de colaborar para crear ganancias conjuntas corriendo el serio riesgo de acabar en una situación peor que antes de comenzar.
Otro ejemplo flagrante de cómo estrategias de este tipo no conducen a nada es el caso de Yi Jianlian, otro jugador al que representa Fegan. Ni el chino ni su equipo se han beneficiado al final de la absurda postura de negarse a firmar por el equipo que le eligió en el draft, con la peregrina excusa de que no había una colonia china sólida en la ciudad. ¿Para qué ha servido?
El mejor pagado de los pupilos de Fegan, Shawn Marion, cuyo contrato con los Suns finaliza el próximo año no sólo no parece tener prisa en iniciar las negociaciones para firmar una extensión de su contrato sino que ya ha declarado que no se siente valorado y no le importaría cambiar de aires.
El mejor pagado de los pupilos de Fegan, Shawn Marion, cuyo contrato con los Suns finaliza el próximo año no sólo no parece tener prisa en iniciar las negociaciones para firmar una extensión de su contrato sino que ya ha declarado que no se siente valorado y no le importaría cambiar de aires.
Amigo Fegan: ¿Otra vez el dilema del prisionero? ¡Dios nos pille confesados Matrix!