Cuando leais estas líneas, si es que alguno de vosotros las lee teniendo en cuenta que este blog y su autor llevan cierto tiempo en estado de hibernación, seguramente ya se habrá consumado el regreso de LeBron con su nuevo equipo, los Miami Heat, a la cancha en la que un día fue idolatrado. Desde que el exuberante talento de un chaval de Akron con cuerpo de Dios y mente de niño asombró al mundo, bastante antes de su debut en la NBA, los aficionados de los Cavs depositaron en él las esperanzas de regeneración de una franquicia con tradición perdedora. Yo mismo, que me he declarado lebroniano acérrimo artículo tras artículo en este blog no he hecho sino pronosticar el momento en el que mi adorado equipo, guiado por su rey, pondría fin a la inacabable travesía por el desierto y conseguiría el ansiado título que no sólo los aficionados al baloncesto, sino todos los habitantes de Cleveland, la ciudad maldita del deporte profesional en Estados Unidos, anhelan con desesperación. Todos vimos en LeBron nuestro mesías, nuestro salvador y depositamos en él una confianza infinita. Lo idealizamos. Y ahora, con todo el derecho del mundo, nos sentimos traicionados.
He tenido la oportunidad de reflexionar bastante sobre la traición en los últimos tiempos. Sinceramente, dudo mucho que el ser humano pueda experimentar un sentimiento peor que el de sentirse traicionado. La traición tiende instantáneamente un puente entre el amor y el odio y por eso su efecto es devastador sobre el que la sufre. Por una parte debes intentar superar el daño que te han hecho. Por otra, compruebas estupefacto como la traición sufrida hace nacer en ti sentimientos negativos hacia quien te ha traicionado y hacia el mundo, sentimientos tan horribles que no puedes ni entender lo que te está pasando. La traición aniquila tu autoestima y te deja en un estado en el que te crees con derecho a reclamar la compasión. En este punto el riesgo de parecer patético es elevado. Sí, definitivamente ser traicionado te convierte en una persona peor.
Y es así como se sienten los aficionados de los Cavs, que se alegran enormemente de que a LeBron no le esté yendo bien en Miami y hoy van a darle el peor recibimiento que uno pueda imaginarse. Creo que es un error. En mi opinión los aficionados de los Cavs deberían dejar de pensar en LeBron y centrarse en apoyar a su equipo que está haciendo una campaña más que digna en este inicio de campeonato. Pronto encontraremos nuevos motivos para ilusionarnos.
Creo que quizá lo que cada uno de los que nos sentimos traicionados debería pensar es que en el fondo la culpa no es del traidor sino nuestra. Fuimos nosotros quienes le idealizamos. Fuimos nosotros quienes le elevamos automáticamente a la categoría de dios, generando en él unas expectativas desmesuradas que no ha cumplido. ¿No estuvo quiza el error en pensar que podría cumplirlas? La marcha de Lebron a Miami, donde ha tirado por el camino fácil de juntarse con otras dos superestrellas, revela una realidad incuestionable: No se cree capaz de llevar él solo a un equipo a la victoria. No ha estado a la altura de otros grandes jugadores del pasado. No ha sido capaz de ver lo que todos los demás vimos. Ha dudado de sí mismo, cosa que nosotros nunca hicimos y por eso, no merece ocupar en nuestros corazones el lugar que le habíamos reservado. No era tan grande. No nos merece.
Pero tanto cariño, tanto amor, tanta dedicación…¿desperdiciados?. No lo creo. Me niego a creerlo. Quien admira o ama incondicionalmente a alguien no debe arrepentirse de nada, sino todo lo contrario. Debe estar orgulloso de haber albergado esos sentimientos y si acaso, lamentar haberlos volcado en alguien que no nos ha correspondido.
Por cierto, aunque ahora me sienta tremendamente decepcionado sigo siendo lebroniano, Sigo asombrado por su talento y sus cualidades sobre la cancha. Lo que ocurre es que no creo que ahora él se merezca mi atención. Ya no estoy pendiente de él, ya no sigo sus estadísticas, ya no me preocupo de sus lesiones, ya no sufro ni me alegro por sus victorias y derrotas. Tampoco tengo sentimientos negativos hacia él y por supuesto no le deseo nada malo. Ahora pienso en él como alguien que una vez fue muy importante para mí y que siempre va a serlo. Alguien que me hizo feliz, y que me dio motivos para ilusionarme, que me dio esperanza. No. No reniego de esos sentimientos. Sería un necio. Sencillamente ya no los tengo y ahora pienso en LeBron desde otra perspectiva, la mía, la de mi equipo. Trato de verlo como a cualquier gran jugador que milita en un equipo que no es el mío. Él ya no forma parte de mi vida.
Puedo sobrevivir a LeBron. Podemos sobrevivir a LeBron. Podemos alcanzar nuestro objetivo sin él. Depende de nosotros mismos. A todos y cada uno de los aficionados de los Cavs y a todos y cada uno de los que, alguna vez, por una u otra causa, os habéis sentido traicionados os digo lo siguiente: Nunca os arrepintáis de haber confiado. Aprovechad esa experiencia y trasformarla en algo positivo, en algo que os haga más fuertes. Girad hacia otro lado, mirad en vuestro interior y trazad un camino imaginario entre vuestra alma y ese punto difuso en el horizonte que llamamos felicidad. Cerrad los ojos, apretad los puños y echaros andar. Si llegáis o no, ya se verá. Entre tanto prometedme que intentareis disfrutar del viaje.
He tenido la oportunidad de reflexionar bastante sobre la traición en los últimos tiempos. Sinceramente, dudo mucho que el ser humano pueda experimentar un sentimiento peor que el de sentirse traicionado. La traición tiende instantáneamente un puente entre el amor y el odio y por eso su efecto es devastador sobre el que la sufre. Por una parte debes intentar superar el daño que te han hecho. Por otra, compruebas estupefacto como la traición sufrida hace nacer en ti sentimientos negativos hacia quien te ha traicionado y hacia el mundo, sentimientos tan horribles que no puedes ni entender lo que te está pasando. La traición aniquila tu autoestima y te deja en un estado en el que te crees con derecho a reclamar la compasión. En este punto el riesgo de parecer patético es elevado. Sí, definitivamente ser traicionado te convierte en una persona peor.
Y es así como se sienten los aficionados de los Cavs, que se alegran enormemente de que a LeBron no le esté yendo bien en Miami y hoy van a darle el peor recibimiento que uno pueda imaginarse. Creo que es un error. En mi opinión los aficionados de los Cavs deberían dejar de pensar en LeBron y centrarse en apoyar a su equipo que está haciendo una campaña más que digna en este inicio de campeonato. Pronto encontraremos nuevos motivos para ilusionarnos.
Creo que quizá lo que cada uno de los que nos sentimos traicionados debería pensar es que en el fondo la culpa no es del traidor sino nuestra. Fuimos nosotros quienes le idealizamos. Fuimos nosotros quienes le elevamos automáticamente a la categoría de dios, generando en él unas expectativas desmesuradas que no ha cumplido. ¿No estuvo quiza el error en pensar que podría cumplirlas? La marcha de Lebron a Miami, donde ha tirado por el camino fácil de juntarse con otras dos superestrellas, revela una realidad incuestionable: No se cree capaz de llevar él solo a un equipo a la victoria. No ha estado a la altura de otros grandes jugadores del pasado. No ha sido capaz de ver lo que todos los demás vimos. Ha dudado de sí mismo, cosa que nosotros nunca hicimos y por eso, no merece ocupar en nuestros corazones el lugar que le habíamos reservado. No era tan grande. No nos merece.
Pero tanto cariño, tanto amor, tanta dedicación…¿desperdiciados?. No lo creo. Me niego a creerlo. Quien admira o ama incondicionalmente a alguien no debe arrepentirse de nada, sino todo lo contrario. Debe estar orgulloso de haber albergado esos sentimientos y si acaso, lamentar haberlos volcado en alguien que no nos ha correspondido.
Por cierto, aunque ahora me sienta tremendamente decepcionado sigo siendo lebroniano, Sigo asombrado por su talento y sus cualidades sobre la cancha. Lo que ocurre es que no creo que ahora él se merezca mi atención. Ya no estoy pendiente de él, ya no sigo sus estadísticas, ya no me preocupo de sus lesiones, ya no sufro ni me alegro por sus victorias y derrotas. Tampoco tengo sentimientos negativos hacia él y por supuesto no le deseo nada malo. Ahora pienso en él como alguien que una vez fue muy importante para mí y que siempre va a serlo. Alguien que me hizo feliz, y que me dio motivos para ilusionarme, que me dio esperanza. No. No reniego de esos sentimientos. Sería un necio. Sencillamente ya no los tengo y ahora pienso en LeBron desde otra perspectiva, la mía, la de mi equipo. Trato de verlo como a cualquier gran jugador que milita en un equipo que no es el mío. Él ya no forma parte de mi vida.
Puedo sobrevivir a LeBron. Podemos sobrevivir a LeBron. Podemos alcanzar nuestro objetivo sin él. Depende de nosotros mismos. A todos y cada uno de los aficionados de los Cavs y a todos y cada uno de los que, alguna vez, por una u otra causa, os habéis sentido traicionados os digo lo siguiente: Nunca os arrepintáis de haber confiado. Aprovechad esa experiencia y trasformarla en algo positivo, en algo que os haga más fuertes. Girad hacia otro lado, mirad en vuestro interior y trazad un camino imaginario entre vuestra alma y ese punto difuso en el horizonte que llamamos felicidad. Cerrad los ojos, apretad los puños y echaros andar. Si llegáis o no, ya se verá. Entre tanto prometedme que intentareis disfrutar del viaje.